Borrador ACTO PRIMERO... En presente histórico.






“Llegamos en la última hora de la madrugada, cuando el Sol aún no despuntaba al alba. Nos dieron la señal y no dudamos, fuimos saltando de uno en uno desde el helicóptero que se mantenía a baja altura. Yo salté el último. Por un instante, durante el poco tiempo que duró la maniobra, me sobrecogió la percepción de que nos habían localizado. Fue una falsa impresión, nadie nos esperaba, la responsabilidad de tener a siete hombres a mi cargo me jugó una mala pasada. Conocer el terreno no era un alivio, al contrario, sabía que las defensas sirias eran un fortín inexpugnable con luz diurna, por más que desde el Alto Mando se considerase una operación de riesgo moderado. ¿Riesgo moderado? La euforia les estaba cegando. Yo sabía que íbamos directamente al matadero, solo era cues-tión de horas que nos localizasen. Nos enfrentábamos a las llanuras abiertas que predominan en la meseta, y ahí seríamos blancos fáciles, desde cualquiera de sus montes se nos avistaría a decenas de kilómetros de distancia; un auténtico hándicap. No sé por qué no hicieron caso a mis advertencias: en ellas dejé claro que la operación solo sería factible asumiendo un gran número de bajas. Apestaba a políticos jugando a ser generales. La guerra debía terminar ya, esa y solo esa era la razón de tan temeraria operación. Aun así me mantuve todo lo íntegro que pude, mis hombres no podían verme débil; la sensación de que todo sería llegar y conquistar las colinas también les invadía a ellos. Pero yo conocía bien esas colinas, eran inalcanzables. Se sumaba el hecho de que los sirios hicieran correr el rumor de haber minado los alrededores de esas montañas, pero en los años que estuve infiltrado en los cuarteles de Damasco no tuve conocimiento de un operativo parecido. No obstante, tampoco tenía la certeza de lo contrario. La suerte estaba echada. Si salimos de ésta… lo dejaré. Mi país siempre me tendrá a su lado. Sin embargo, no son mi país los políticos. Que Dios guíe mi pasos y me permita llegar a tiempo…”




                                                                           ACTO PRIMERO
                        Siria, Altos del Golang, junio de 1967. Guerra de los Seis Días. Quinto día de guerra.

     Un comando de operaciones especiales integrado por ocho militares israelíes avanza a primera hora de la mañana por la parte más septentrional de la meseta con la misión de localizar a las baterías de la artillería siria que se encuentran camufladas. Forman la avanzadilla de una unidad superior compuesta por varios comandos lanzados a pocos kilómetros de distancia de la zona más montañosa de la meseta, desplegada a lo largo de la línea de poniente que bordea los montes Hermon, Bental y Avital.
     Según va levantando el día, evitan los caminos abiertos aprovechando la seguridad que ofrecen los encajes del terreno. En las zonas expuestas usan las pequeñas huertas sirias para mimetizar el verde de sus uniformes a fin de no ser advertidos desde el aire. El comando marcha con premura, manteniendo un paso vivo. La rapidez de actuación se hace de vital importancia: desde algún punto cercano a donde ellos se encuentran el Ejército sirio está bombardeando a las poblaciones sefardíes del Valle de Julea. Al frente de ellos, Yohannan Shalom, teniente del Ejército de Israel, de tan solo veintisiete años de edad.
     En poder del Alto Mando de las fuerzas del Norte(1), encargado de las operaciones que se desarrollan a lo largo de las fronteras del Líbano y Siria, obran los dosieres repletos de información que el propio Yohannan les hizo llegar durante los cinco años que estuvo infiltrado en el ejército enemigo como agente adscrito al Mossad.
La guerra relámpago que Israel está llevando a cabo busca un objetivo crucial: que el conflicto no se alargue e imposibilitar cualquier tipo de ayuda material que llegue de la U.R.S.S. en apoyo de Damasco, dadas sus buenas relaciones. Hasta ahora, la presión ejercida por los EEUU a través del Consejo de Seguridad de la ONU, mediante el alineamiento con las tesis judías, ha permitido no internacionalizar más la contienda. Por tanto, una guerra prolongada no interesa a Israel. No obstante, y dentro de la estrategia hebrea, tampoco es de interés israelí un alto el fuego inmediato: status quo que dejaría desprotegidos a los colonos judíos en las zonas colindantes con los Altos del Golang.
     Así las cosas, Israel va a enfrentarse con Siria en una batalla encarnizada. El régimen de Damasco, en un acto de agudeza topográfica en ingeniería militar, ha logrado mimetizar su línea de defensa con la orografía de la meseta y desde esas baterías camufladas continúa con sus ataques indiscriminados contra los poblados israelíes que se encuentran al alcance de sus obuses; a las bajas civiles se suma el continuo sonar de las alarmas antiaéreas que obligan a refugiarse en las zonas bunkerizadas.
     Siria, el mayor instigador de entre los países contendientes, no ha tenido que luchar aún por tierra contra el Ejército judío, limitándose a la contienda aérea, donde también, al igual que Egipto y Jordania, ha sido derrotada por aire. Las informaciones erróneas que Egipto ha transmitido a Jordania sobre el alcance real de la contienda aérea, y que han provocado el error táctico de que el rey Hussein entrase de lleno en el conflicto, pese a ser advertido por Israel de que no lo hiciese, han llegado a Siria.
     Años más tardes, el propio Hussein declararía: "El mariscal Amer nos informó que la ofensiva aérea israelí continuaba; sin embargo, el mensaje fue enviado 40 minutos después de empezar los ataques y añadía que los egipcios habían destruido el 75% de la aviación judía. La misma comunicación nos informaba que los bombarderos egipcios habían contraatacado mediante un aplastante asalto a las bases de Israel. Amer continuaba diciendo que las fuerzas de tierra egipcias habían penetrado en territorio de Israel por el Negev. Estos informes contribuyeron en gran medida a sembrar la confusión y a deformar nuestra apreciación de la situación. En tales momentos, cuando nuestro radar indicaba que unos aviones volaban desde Egipto a Israel, no tuvimos ninguna duda de cuanto se nos decía. Sin embargo, eran bombarderos israelíes que regresaban a sus bases judías después de cumplir su misión en Egipto".

     Durante los días precedentes, Siria se ha mantenido en una segunda y discreta línea de combate. Pero, al igual que sucediese pocas horas antes con Jordania, cometió el error de guiarse por las informaciones confusas; confiada, como estaba, en su inexpugnable línea de defensa y en su gran poder de artillería terrestre.

     El vuelco producido en la Península del Sinaí, donde la fuerza aérea egipcia ha sido aniquilada y todo su poder de artillería contenido, proporciona una sustancial ventaja estratégica en la contienda al Ejército judío. Llegados a este punto, los planes israelíes pasan por acelerar las operaciones en las fronteras con Siria, avanzando cada vez más sobre ellas, descartando la posibilidad del alto el fuego en las condiciones en las que hasta hace unas pocas horas se mostraba partidaria, y reivindicadas por las autoridades hebreas ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
Dada la gran extensión que ocupa la meseta de los Altos del Golang –1800 kilómetros cuadrados–, el nuevo frente abierto en la contienda se antoja crucial en el desenlace de la guerra: su dominio otorga una ventaja estratégica en la altura, ya que permite divisar a la propia Damasco, proporcionando un alcance de fuego que llega hasta la Alta Galilea.

     Tras varias horas peinando la zona, el comando hebreo se acerca a la zona más elevada de la meseta, cercana a la locali-dad siria de Quneitra.
     Súbitamente, desde la cima de una montaña, de difícil conquista siquiera bordeándola, las defensas árabes abren fuego a discreción. Dos soldados israelíes son alcanzados mientras el resto del comando trata de protegerse en el surco que les ofrece unas trincheras sirias abandonadas a pie de monte. Los cuerpos de los dos soldados abatidos permanecen a escasos metros de sus compañeros.
     Se hace el silencio. Unos minutos que los militares sirios conceden para comprobar el alcance del fuego. El comando israelí hace lo propio. Desde unos prismáticos, el oficial sirio al mando de la defensa antiáerea se percata de que uno de los dos soldados aún vive y se está comunicando a través de ges-tos manuales con sus compañeros.
     Aprovechando el impás, el joven Shalom se lanza a la búsqueda del soldado. Los sirios perciben el movimiento y vuelven a disparar ráfagas de proyectiles que pasan silbando a centímetros de los cuerpos. Las balas impactan en el duro terreno y de ellas salen disparadas decenas de esquirlas metálicas. Una de ellas alcanza al oficial israelí y le produce un profundo corte en el brazo. De un movimiento decidido logra arrastrar al soldado herido hasta el interior de la trinchera. Una vez dentro y ya a salvo, el teniente improvisa un torniquete usando su propio fulag y un pequeño machete, con los que logra cortar la hemorragia en el brazo.
     Un soldado se le acerca, tiene que moverse con el dorso inclinado, en cuclillas, evitando que su cabeza se muestre a tiro ante el enemigo.
     –Déjeme ver su herida, teniente –le solicita el militar sanitario, dando prioridad al oficial al mando.
     –Atiéndelo a él antes –conmina Shalom dirigiendo su mirada hacia el soldado herido.
     Entre dos israelíes le abren la camisa al compañero rescatado por el teniente y aprecian que una densa capa de sangre le cubre el lado derecho de su abdomen.
     Al limpiarle la sangre casi reseca, una prominencia sobre la herida abierta deja entrever una costilla partida en dos. Esterilizan la punta de un machete a fuego vivo y, a continuación, con un corte quirúrgico a ambos lados de la herida, consiguen sacarle el trozo de la costilla, en la que aparece un proyectil incrustado. Inmediatamente después, le aplican la cura preceptiva, a base de yodo, cosen la herida y le vendan el torso.
     –Has tenido suerte, la costilla te ha salvado la vida. Guárdala, quién sabe, igual de ella surge tu Eva –ironiza el soldado sanitario.
     La herida del teniente se solventa con unos pocos puntos de sutura en el brazo.
     Ante la imposibilidad de avanzar frente a las baterías sirias camaleónicamente camufladas, los israelíes permanecen a resguardo.
     Ambos bandos tratan de hacerse fuertes en sus respectivas zonas, los sirios dominando la ofensiva desde la montaña y los israelíes atentos en una defensa atrincherada. El obligado ahorro de munición impone pausas que otorgan efímeras treguas entre los combatientes.
     Yohannan Shalom aprovecha uno de los respiros para rastrear la colina con sus prismáticos. Al fondo, más allá de la montaña, una nube de polvo progresa por un camino hacia la zona en disputa. Aún se muestra lejano, pero parece ser un todoterreno sirio que llega con refuerzos. El joven teniente mantiene la vigilancia en el vehículo y no le quita ojo hasta que éste se muestra más cercano. Salta la sorpresa. Un perfil se muestra inconfundible entre los cuatro ocupantes del vehículo. Se trata de Samir, viejo conocido de Yohannan.
     El joven Shalom no da crédito a lo que ve, no esperaba encontrarlo en la vanguardia de la contienda. Vuelve a buscar la imagen con los prismáticos, quiere cerciorarse de que no se trata de un error, los integrantes del todoterreno ya son nítidamente apreciables, en una vista de primer plano. Entre ellos las facciones de Samir no ofrecen lugar a la duda: unos mechones escarlatas sobre los mentones de sus recortadas barbas son marcas identitarias, no hay posibilidad alguna a la equivocación. A partir de ese momento, será fácil seguirle la pista; su metro noventa de envergadura y un pañuelo palestino colocado sobre su cabeza ayuda a distinguirlo entre sus hombres.
     Los planes han cambiado ligeramente para el teniente israelí, va a tener que improvisar sobre la marcha. No obstante, Yohannan se debe a la primera de sus misiones que aún no ha acabado. Los sentimientos encontrados le embargan; por un lado, está el deber de no exponer a sus hombres a una acción suicida, y por otra parte, no puede dejar escapar a Samir. Piensa en un plan alternativo. Se toma unos segundos para la reflexión. Sopesa las posibilidades: si decide comunicar su posición, es posible que Samir caiga en el combate… y no le sirve muerto. Pero si no lo hace, y decide actuar por su cuenta, expone a sus hombres.
     Se encomienda a la providencia y opta por la primera.
     –No podemos asaltarlos. La altura les da dominio. Así que vamos a esperar a la ayuda que llegue desde el aire –ordena el teniente, para inmediatamente informar por radio al Alto Mando de su posición.
     Mientras espera, y con la intención de mantener alerta a Samir, decide retomar las hostilidades.
     Tras más de una hora aguantando las embestidas que se reanudan y se detienen como si de un macabro juego se trata-se, en una espera que se hace interminable, llegan los refuerzos esperados. Dos columnas de helicópteros armados con ametralladoras y armas de gran calibre barren la defensa siria. Samir consigue escapar junto a algunos de sus hombres. Shalom se percata del movimiento y le sigue en la distancia hasta llegar a Quneitra donde le pierde momentáneamente el rastro. Intenta adentrarse en el poblado pero recibe órdenes desde el Alto Mando de permanecer a las afueras de la ciudad y esperar la inminente llegada de los blindados judíos, las fuertes defensas sirias que rodean los exteriores de la ciudad así lo aconsejan.
     La guerra entra en su fase final y los movimientos se suce-den a un ritmo frenético. Israel ya casi domina la práctica totalidad de los Altos del Golang y se avecina la batalla final por la conquista de la meseta.

     A mediodía, sintiéndose seguras en la retaguardia, con los frentes en ella ya contenidos, las I.D.F. atacan al Ejército sirio en bloque. A pesar de que Siria dispone de una línea de defensa casi inexpugnable, la rapidez de movimientos de las fuerzas sionistas sugiere que estos son resultado de una minuciosa estrategia y años de infiltraciones de sus servicios de inteligencia en el país vecino, a la vieja usanza y con la determinación del extinto Irgún(4) –donde el fin siempre justificó los medios– y con la misma necesidad de adentrarse en la boca del lobo para conocer las entrañas enemigas. Saber qué piensan hacer, incluso antes de que lo hayan pensado, fue una de las máximas con las que aleccionaron al joven Shalom en el Mossad.

     El principal punto de ruptura se elige en el sector norte del frente sirio, en la zona de Tel Azaziyat, el lugar más septentrional del sistema sirio de fortificaciones. Una brigada de infantería y otra acorazada de reserva se encargan de la parte más peligrosa del ataque. La infantería tiene que avanzar combatiendo de una a otra posición, casi siempre cuerpo a cuerpo. El choque más fuerte tiene lugar en Tel Fakhr. Como sospechaba el joven Shalom, las bajas son numerosas por ambos bandos. Las fuerzas acorazadas, finalmente, alcanzan su objetivo con los dos únicos tanques intactos de todo un batallón.
     Una columna de fuerzas blindadas toma Banias, y mientras que el grupo que ha roto el frente progresa con suma rapidez hacia Mansura y Quneitra, donde el comando israelí que dirige Yohannan ha sido obligado a detenerse, otra columna a las órdenes del general de brigada Elad Peled, que anteriormente había operado en la ribera occidental, ataca en la zona de Tawfiq.
     Yohannan se une a la unidad de paracaidistas y son lleva-dos en helicópteros más allá de las líneas enemigas, a bastante profundidad sobre territorio sirio, con el objetivo de ser lanzados en la retaguardia de estos. Mientras eso sucede, otra unidad acorazada progresa a través de Darbashiya.

     “Tras el crepúsculo nos mantuvimos aguantando las zonas conquistadas. El lóbrego de una noche cerrada pronto lo invadió todo. Ni los sirios ni nosotros nos atrevíamos a aventurarnos en la penumbra. Aprovechamos esas horas muertas para recoger las morgues del terreno y desplazar a los heridos que no podían combatir a un lugar más seguro en la retaguardia. En la vanguardia quedaban cuerpos abatidos que aún no habíamos podido rescatar, hubiese sido una operación temeraria y no estábamos para más riesgos. Tanto los sirios como nosotros sabíamos que en pocas horas iba a reanudarse las hostilidades, y que éstas se presagiaban definitivas. Faltaban pocas horas para que los primero rayos del Sol tocasen zafarrancho de combate”.



CONTINUARÁ...